La tierra tembló. Tembló de horror. Del horror que acababa de llegar. Llegaron con sus armaduras plateadas y rojas como la sangre, algunos lo hicieron a pie, otros lo hicieron en caballos de guerra. Aunque llamar a esas criaturas caballos sería decir que los que conocíamos no serían más que ponis en comparación. Con seis pies hasta el pecho y ese paso tan majestuoso eran la encarnación de la idea que habría tenido Kqüa al crear a los animales.
Se detuvieron al doble de la distancia de tiro, y un pequeño comité se adelantó lo suficiente, mostrando intenciones de parlamento. Se abrieron las puertas de la ciudad y salieron los dos regentes de Lahenor con un grupo de escoltas. Ambos grupos se encontraron a mitad entre un ejército y el otro, en las murallas de Lahenor. Uno de ellos, el que parecía estar al mando, se quitó el casco, e hizo un gesto en dirección a la ciudad.
«Nif aen aru Ish-zai?» Los dos regentes miraron confusos hacia la muralla sin entender nada. «Ei? Nif aen aru Ish-zai?» Sus ojos dorados recorrían las caras de unos y de otros, buscando algún gesto que denotase entendimiento. «Al parecer no me entienden en ese idioma. ¿Ahora?»
«Sí, señor, ahora. Soy Joldric, uno de los Grandes Regentes de Lahenor ¿quién es usted?» Dijo el Gran Regente Matemático.
«Herith. Ahora, ¿Está ahí el Ish-zai…?» Con gesto pensativo murmuró unas palabras. «Creo que la traducción sería el Asesino de Dios. ¿Está en Lahenor?»
«¿Cómo iba a estar en Lahenor alguien así? ¿Y cómo lo sabríamos?» Se adelantó Teroun, el Gran Regente Sacerdote.
«Caminantes de sombras, los reconoces nada más verlos, nada más olerlos, su presencia deja un rastro inconfundible, claro está que no es fácil verlos, ni olerlos, ni seguirles el rastro. Si me dejan entrar junto a quince de mis soldados podríamos tratar de localizarlo y así evitar una guerra.»
«¿Guerra?»
«Eso es, porque ahora mismo tu ciudad se interpone entre mi pueblo y su destino. Ish-zai debe morir, mi Rey debe ser vengado, es la única forma de que pueda acabar volviendo.»
«De acuerdo, avisaremos primero para no asustar a la población, sólo dieciséis. Ni uno más.»
«Esperaré vuestra señal.» Herith dio la vuelta a su caballo y se dirigió de vuelta a su ejército.
«Mira el lío en el que nos has metido, Heasem, si descubren la verdad…» Dijo Joldric.
«Esperemos que no lo hagan.» Dijo Heasem, el Gran Regente Oculto. «Si descubren la verdad… estamos muertos.»